En los últimos meses el SAMUR de Madrid tuvo que intervenir para socorrer a una mujer que no podía despertar en un espectáculo de hipnosis; un abogado es condenado a 12 años de prisión en EEUU por hipnotizar a sus clientas para abusar sexualmente de ellas y la policía británica dio a conocer un vídeo de seguridad de un atraco cometido con hipnosis. La desclasificación, en enero de este año, de millones de documentos de la CIA revela que la agencia de inteligencia norteamericana llevaba experimentando con ese lado oscuro de la hipnosis desde los años 60… ¿Puede nuestra mente ser hackeada a través de la hipnosis?
Todos estábamos expectantes. Como ocurre en todas las hipnosis regresivas. Bucear en la mente de un testigo, intentando recuperar de su memoria un tiempo perdido tras una experiencia paranormal, siempre resulta estimulante, porque nunca es posible predecir que nos vamos a encontrar.
El médico e hipnólogo Javier Akermán, de la Clínica Servet de Vigo, ya había colaborado con nosotros en casos anteriores, con resultados impecables. A mi lado, el excepcional investigador Carlos Fernández seguía la inducción hipnótica con la misma concentración que yo mismo.
Habíamos interrogado a los dos protagonistas del caso mucho tiempo antes. José Luis Pérez y Rodrigo Freitas, ambos profesores de artes marciales, habían sufrido un incidente extraño en enero de 1996. Regresaban por la autovía de Madrid en dirección a Vigo cuando, al filo de la una de la madrugada, y pasado Benavente, Rodrigo sintió una sensación extraña en la columna vertebral:
El médico e hipnólogo Javier Akermán, de la Clínica Servet de Vigo, ya había colaborado con nosotros en casos anteriores, con resultados impecables. A mi lado, el excepcional investigador Carlos Fernández seguía la inducción hipnótica con la misma concentración que yo mismo.
Habíamos interrogado a los dos protagonistas del caso mucho tiempo antes. José Luis Pérez y Rodrigo Freitas, ambos profesores de artes marciales, habían sufrido un incidente extraño en enero de 1996. Regresaban por la autovía de Madrid en dirección a Vigo cuando, al filo de la una de la madrugada, y pasado Benavente, Rodrigo sintió una sensación extraña en la columna vertebral:
“…algo parecido a cuando te acercas a una pantalla de televisión y se te erizan los cabellos, a mí me parecía que tenía una araña o algún bicho en la espalda”.
La sensación fue lo suficientemente llamativa como para que Rodrigo encendiese la luz interior del coche para examinarse la espalda, pero no vio nada extraño.
La sensación fue lo suficientemente llamativa como para que Rodrigo encendiese la luz interior del coche para examinarse la espalda, pero no vio nada extraño.
Quizás fue sugestión, pero de pronto José Luis sintió la misma sensación recorriéndole la columna. Y justo en ese instante ambos se dieron cuenta de que algo había cambiado a su alrededor…
Según su relato, de pronto el asfalto de la calzada era más irregular que un segundo antes, y a ambos lados de la carretera se alzaban unas enormes montañas. No sabían donde estaban. Pero el desconcierto se tornó inquietud cuando vieron un cartel indicador al lado de la autovía que ya no era tal:
“El cartel decía que estábamos a 53 kilómetros de Monforte de Lemos, en Lugo. Habíamos recorrido 200 km en segundos”.
“El cartel decía que estábamos a 53 kilómetros de Monforte de Lemos, en Lugo. Habíamos recorrido 200 km en segundos”.
Los dos profesores de artes marciales se encontraban en un lugar conocido como viaducto de San Martiño, en una carretera nacional, y muy alejados de la ruta que habría de llevarlos a Vigo. Lo extraño es que para llegar allí, tendrían que haberse desviado de la autovía en A Gudiña, tomar una carretera comarcal durante unos 70 kilómetros hasta llegar a la localidad de A Rúa do Petín, y en este punto tomar la N- 525, para terminar bastantes kilómetros más adelante en el viaducto de San Martiño.
“Estuvimos mucho tiempo parados, sin atrevernos a salir del coche ni a reemprender la marcha, estábamos muertos de miedo y con un shock terrible. De regreso no pasamos de los 80 Km./h”.
“Estuvimos mucho tiempo parados, sin atrevernos a salir del coche ni a reemprender la marcha, estábamos muertos de miedo y con un shock terrible. De regreso no pasamos de los 80 Km./h”.
Afortunadamente conseguimos convencerlos para someterse a una sesión de hipnosis regresiva con la intención de explorar ese “mising time” en su memoria. Todos estábamos seguros de que la regresión rescataría algún tipo de encuentro OVNI o abducción, como ha ocurrido en infinidad de casos similares.
Los detractores de la hipnosis afirman que los casos de abducción rescatados a través de la regresión son fabulaciones del testigo, y es posible que tengan razón, pero solo cuando el hipnotizador es un incompetente.
A pesar de nuestras expectativas, y como ya había ocurrido en casos similares de “tiempos perdidos” en testigos de supuestos fenómenos anómalos, en los que Javier Akerman realizó una regresión nuestra a petición mía, no se produjo ninguna fabulación. Akerman medía con pericia las preguntas, teniendo un exquisito cuidado de no incluir en ellas ningún elemento o palabra que pudiese enriquecer los recuerdos de los testigos. Y estos se limitaron a repetir, poco más o menos, lo que nos habían relatado en estado de vigilia.
No. La hipnosis, realizada con rigor, no tiene porque falsear o crear recuerdos que no existan… a menos que la intención del hipnólogo sea implantar falsos recuerdos, y el caso Pérez/Fariñas es un buen ejemplo. Por eso, en los últimos años, neurólogos y psiquiatras han retomado las investigaciones neurocientíficas de la hipnosis. Porque durante el trance, algo sorprendente ocurre en los cerebros de los sujetos como José Luis y Rodrigo, que amablemente se someten a una regresión hipnótica para recuperar algo oculto en su memoria…
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